Thony Da Silva Romero
Consultor, Socio-Director
PIZZOLANTE Comunicación Estratégica
En tiempos de crisis como los que enfrenta el planeta, un denominador común entre personas, empresas y gobiernos es la preocupación que se tiene por el rendimiento de las inversiones que han hecho a lo largo del tiempo. Esas que se hicieron cuando los tiempos eran otros y que hoy, afectadas por las circunstancias del entorno, se tambalean.
Pero así suelen ser las inversiones, todas tienen un nivel de riesgo directamente proporcional a las probabilidades del retorno que se aspira obtener en función del plazo. Es decir, a mayor expectativa de retorno en menor plazo generalmente mayor es el riesgo. Todos invertimos porque suponemos que de tal ejercicio habrá un retorno razonable que contribuirá de forma efectiva a elevar nuestro patrimonio, logrando de esta forma que los recursos que obtenemos fortalezcan nuestra posición y nos hagan más sólidos de cara al futuro. Incluso frente a situaciones de emergencias o situaciones de crisis por las que nos toque atravesar.
Este razonamiento económico, hecho generalmente en los departamentos de tesorería y finanzas de nuestras organizaciones se hace por lo general cuando hablamos desde la perspectiva financiera. Sin embargo y paradójicamente, a veces pasan inadvertidas otras formas de inversión que pueden contribuir tanto o incluso de manera más efectiva a fortalecer nuestra posición, o sobrellevar una situación de crisis que no hayamos podido tomar en cuenta.
Equipo A de Voluntarios Grupo Ramos
Las empresas invierten en una multiplicidad de aspectos de su operación: capital humano, tecnología, logística, innovación, investigación y desarrollo, etc. Aunque siempre se discute el monto a invertir, difícilmente se discute si se debe o no realizar la inversión en aspectos fundamentales del negocio.
Sin embargo cuando se trata de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), generalmente sujeta a ser simplificada en los “programas” o “proyectos”, la inversión queda muchas veces relegada a los recursos que sobrevivan a los permanentes recortes presupuestarios impuestos por el clima de crisis económica global o local.
Invertir en RSE supone comprender que el retorno de tal inversión se traduce en la contribución a nuestra capacidad de sostener la continuidad operativa de nuestras organizaciones. Sobre todo en un mercado que se hace cada vez más complejo y exigente y que nos escudriña de forma permanente con el fin de asegurarse que no solo cumplamos con nuestros deberes de ley, sino que hagamos y dejemos un aporte valioso a la sociedad.
La RSE es una inversión de largo plazo que al estar sujeta a la inestabilidad presupuestaria para invertir de manera consistente año tras año, se afecta de manera importante y deja de producir los efectos que de ella se espera si no se le toma en serio.
RSE como parte integral de la estrategia. Ser socialmente responsable trasciende a la figura de “ser buena gente” (como en una oportunidad escuche mencionar) o a un sentido de compensación que algunas organizaciones le otorgan a su actuación o intervención en lo social. Ser socialmente responsable tiene que ver con trascendencia, con dejar huella y marca positiva en la sociedad a partir de una actuación que sea reconocida y que por ello, en el tiempo, esto se traduzca en parte de esa reputación que nos envuelve y cubre como una capa protectora que resulta de gran utilidad ante indeseables situaciones de crisis.
Ser socialmente responsable tiene que ver con trascendencia, con dejar huella y marca positiva en la sociedad…
Es ese reconocimiento a hacer las cosas bien, a incorporar la responsabilidad con sentido social en todos los procesos de la cadena de valor de una organización y procurar darle sostenibilidad para capturar el valor en el tiempo, lo que permite el establecimiento de relaciones de confianza que perduran con los más variados grupos de interés (stakeholders) y que, en su momento, estarán dispuestas a apoyar cuando las imposiciones de alguna circunstancia así lo exijan.
Tal vez cada quien pueda encontrar una empresa que le resulte como ejemplo claro de lo que supone haber internalizado la responsabilidad social como parte integral de su estrategia de negocios, no solo porque es “estratégico”, sino porque es lo correcto, y en ese mismo sentido las empresas preocuparse por construir un lazo entre ellas y sus audiencias que, en tiempos turbulentos funcione como el conector indispensable para afrontar tiempos adversos.
La discusión sobre invertir o no en RSE generalmente se da en organizaciones que no tienen claro lo que RSE significa, si tiene sentido direccionar o no recursos a tal o cual “programa” o a tal o cual “proyecto”. Generalmente se visualiza de esa manera porque la RSE aún es vista en muchas organizaciones como un apéndice de la estrategia de negocio y no como parte fundamental y estructural de ella. Una vez que la organización entiende que RSE no es una táctica sino una estrategia directamente vinculada con su continuidad operativa, en ese instante, la discusión ya no es de cuanto, sino de cómo.
El tamaño no importa, lo que importa es saber cómo… Mucho se discute sobre la RSE en la pequeña o mediana empresa, pensando que son solo las grandes empresas quienes deben enfocar recursos y políticas en esta materia. Esta visión un tanto miope supone pasar por alto el hecho cierto de que cualquier actuación empresarial, sin importar su tamaño, debe considerar a su entorno y con ello incorporar en su actuación la previsión de cómo se relacionará su actividad con el bienestar de estas audiencias que dependerán directa o indirectamente de ella.
De hecho, para una empresa pequeña o mediana, incorporar la RSE como parte de su estrategia puede contribuir significativamente a un crecimiento más sólido, mejorar la interrelación con sus audiencias y con ello generar una operación robusta que le permita establecer mejores cimientos sobre los cuales soportar su propio crecimiento, tanto comercial como institucionalmente. De esta manera beneficia así su cultura como organización para preservar su visión de negocios a medida que va aumentando en tamaño y procurando una organización alineada y comprometida con lo que hace.
Así también, toda empresa sin importar su tamaño atravesará tarde o temprano una situación de crisis, pero aquellas que tengan que confrontarlo habiendo construido sobre las bases de una actuación socialmente responsable y aquellas que a pesar de la crisis mantengan a la RSE como un pilar para manejarla, estarán en mejor posición para maniobrar ante la crisis que aquellas que decidieron no hacerlo. Al final se trata de eso, de una decisión, donde la dirección de empresa y su liderazgo tienen la última palabra.
En tiempos de crisis, las organizaciones que entiendan y asuman la RSE como una ventaja competitiva, integrada a su estrategia y cultura de negocios, estarán en mejor posición para sortear las dificultades que el entorno les imponga y les permitirá salir aun mas fortalecidas de estas. Por eso, invierta en RSE y ahórrese la crisis.
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