El término economía del amor no es algo nuevo. Nació en el 2016 cuando Julián Ugarte, co-fundador y actual presidente de Socialab en la cumbre del ECOSOC -Consejo Económico y Social- de las Naciones Unidas, explicaba el propósito de esta organización.
La economía del amor plantea soluciones para problemas comunes en el mundo, surge desde la preocupación ante las desigualdades sociales y es una propuesta innovadora que tiene como propósito generar empatía para atender las necesidades de la sociedad.
El 2020 ha sido un año retador, la pandemia ha obligado a las personas y organizaciones a cambiar y replantear la forma de hacer las cosas, dejando en evidencia que el egoísmo y el individualismo son menos rentables que el amor y la solidaridad, por tanto, nos encontramos ante el comienzo de la década de la economía del amor.
Julián Ugarte propone tres valores fundamentales como base de la economía del amor: la empatía, para poder ver y entender lo que otros sienten y padecen. La colaboración, se trata de trabajar en equipo generar alianzas y compartir recursos.
Finalmente, el amor, definido según el diccionario de emociones como “un sentimiento que activa el compromiso en favor del bienestar del otro”, es la emoción del hacer, es la energía que nos mueve a actuar, que surge de la relación con los otros. Somos seres sociales y esa es la clave de la economía del amor.
De lo que se trata, es de fomentar estos valores en las empresas y personas para cambiar la economía del mercado, centrada en intereses individuales y producción del dinero, por una economía donde las empresas que obtienen mayores beneficios económicos se encuentran directamente relacionadas con el impacto positivo que estás tienen en la sociedad.
Muchos estudios muestran que si seguimos usando los recursos naturales de la manera en que lo hemos hecho hasta ahora, los desastres naturales aumentarán; asimismo, de nada sirve tomar conciencia de la naturaleza sino tomamos conciencia y generamos propuestas que cierren las brechas sociales existentes, como la creciente desigualdad mundial, la rápida urbanización, los nuevos modelos de migración, acceso a agua potable, entre otros.
Para transformar el mundo es necesario actuar diferente, por eso nos encontramos ante el inicio de una década donde la economía del amor cobra protagonismo, siendo un movimiento que busca atender los problemas actuales y futuros. Se trata de estar al servicio del bien común, por encima del beneficio personal, formar líderes que emprendan con conciencia y generen un efecto multiplicador en su entorno.
“La economía al servicio de las personas y el entorno; y no el entorno y las personas al servicio de la economía”
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