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Los objetivos de desarrollo sostenible y las empresas: Oportunidades y riesgos

Actualizado: 20 ene 2020


Por Tony Vives, Director Cumpetere y exprofesor adjunto Stanford University

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, están de moda, sobre todo por los grandes esfuerzos de difusión que hacen sus promotores, el Pacto Mundial de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, las firmas de consultoría e instituciones académicas y de investigación, que derivan beneficios de ello, las Organizaciones No Gubernamentales, que ven en ellos una oportunidad de contribuir y una fuente de financiamiento para sus actividades, y algunas grandes empresas multinacionales, que los aprovechan para empacar algunas de sus actividades bajo ese rótulo, esperando que con ello mejore su reputación de responsabilidad ante la sociedad.

Pero ¿qué son los ODS? Los ODS pretenden ser una hoja de ruta, una guía de actuación, para contribuir al desarrollo sostenible del planeta entre el 2016 y el 2030. Cubren todos los aspectos posibles del desarrollo y están compuestos de 17 objetivos, con 169 metas a ser medidos a través de 232 indicadores. La responsabilidad primaria para su logro cae en los gobiernos de los países a través de sus propias inversiones y gastos, y, adicionalmente a través del funcionamiento de las instituciones y establecimiento de políticas económicas, industriales, regulatorias, fiscales, etc., conducentes para que el sector privado y la misma sociedad colaboren en ello.

No hay espacio para comentar todos los ODS, pero para dar una idea baste decir que incluye objetivos en reducción de la pobreza, mejoras en educación, salud, consumo responsable e infraestructura, control del cambio climático, reducción de la desigualdad, calidad del agua en la tierra y en los océanos y energía sostenible, entre otros.


Las actividades necesarias para el logro de los ODS son completamente voluntarias para todas las partes, la obligación de contribuir es moral, no hay fuentes de financiamiento especiales, no hay sistemas formales de coordinación para mejorar la efectividad de los recursos, no hay esquemas de priorización, sí hay esquemas de reportes voluntarios por parte de los países pero que muy pocos han reportado, no hay un sistema de agregación de resultados y por último, no hay penalizaciones para nadie por no cumplirlos.


Esta descripción puede darle una idea al lector de lo complejo que será el logro de los ODS, sin hablar de los inmensos recursos financieros que son necesarios invertir. Aunque ha transcurrido poco tiempo desde su entrada en vigencia el progreso es mínimo y las perspectivas no son muy halagüeñas.

Pero sí hay un gran progreso en su difusión, informes, conferencias, libros, alianzas, entre otros. Hay mucho progreso en hablar, poco o nada en actuar. Ello no obsta para que no se deba hacer todo lo posible para lograrlos.


En el resto del artículo nos concentraremos en el papel de las empresas en ese logro. Las empresas pueden y deben contribuir a ello, no solo porque sus actividades tienen impactos tangibles sobre el desarrollo sostenible, sino además porque les conviene operar en usa sociedad más desarrollada, sana, educada, etc., que mejore la demanda de sus productos, sino además porque tienen una obligación moral de servir a esa sociedad, de la cual se nutren para sus actividades, a través de la mano de obra educada y saludable que le proporciona, de los insumos físicos y financieros y en particular de los recursos naturales (agua, aire, energía, etc.) que le permite utilizar, entre otros. Y recordemos, además, que parte del subdesarrollo sostenible se debe a la irresponsabilidad de algunas empresas en los mercados laborales (derechos humanos, explotación de la mano de obra), el medio ambiente (¿degradación?) y en general el consumo no sostenible de algunos recursos.

Las empresas tienen la responsabilidad de mitigar sus impactos negativos, tomar las medidas correctivas necesarias y de potenciar sus impactos positivos, y por lo comentado arriba, de hacer lo que le sea posible, más allá de sus actividades pasadas y presentes, para contribuir a un futuro mejor, al mejoramiento de la calidad de vida de la población. Esa es su responsabilidad ante la sociedad, lo que en parte coincide con los 17 ODS y sus 169 metas.


¿Cómo pueden contribuir? Podemos distinguir entre dos niveles, uno el “hacer cositas” (filantropía, plantar árboles, voluntario, desarrollo comunitario, etc.) que es lo que, lamentablemente muchos entienden por la Responsabilidad Social de la Empresa, RSE. Esto es parte de su responsabilidad, pero no es lo crítico, no es lo que tiene impacto. Su verdadera responsabilidad reside no solo en la mitigación de los impactos negativos y el potenciar los positivos, sino lo más importante es, a través de sus actividades y productos y servicios, mejorar las condiciones de vida de la sociedad, con la gestión eficiente y efectiva de los recursos, humanos, físicos, naturales y financieros. Es buscar hacer el mayor bien posible. No es cuestión solamente de hacer pequeños ajustes a sus actividades tradicionales, se trata de tomar acciones adicionales con ese objetivo en mente. Y es aquí donde los ODS pueden proporcionar una guía.


Pero el objetivo no debe ser el decir que se contribuye al logro de los ODS, el objetivo debe ser implementar acciones específicamente dirigidas al logro de los ODS. Sin embargo, lamentablemente, lo que se ha observado hasta ahora, con contadas excepciones, es que las empresas quieren aprovechar la visibilidad de los ODS para parecer que hacen contribuciones, pero la realidad es que lo que ha cambiado no es la acción, es la retórica. Para demostrar contribución muchas empresas hacen un análisis de las actividades normales de la empresa en función de los ODS y las imputan como tales. Son muy pocas las que cambian de estrategia o llevan a cabo actividades que sean incrementales, que no se hacían antes, que sean significativas (regalar la comida que sobra en la cafetería no es contribución a la reducción de la pobreza, dar entrenamiento en discriminación no es reducir la desigualdad), que tengan impacto tangible y que sean sostenibles en el tiempo, no solo acciones puntuales para quedar bien.


Los ODS son una buena oportunidad para que las empresas redireccionen y reafirmen su responsabilidad ante la sociedad. Lamentablemente son también una oportunidad para parecerlo sin serlo, para la retórica por encima de la acción efectiva.


Y una advertencia final.  Todas las empresas, independientemente de su capacidad, deben ser responsables ante la sociedad en el sentido expresado arriba, pero no todas tienen la capacidad para cambiar sus estrategias en función de los ODS.  Es preferible concentrarse en hacer lo mejor posible y no caer en la tentación de hacer el juego de los que dicen que contribuyen a los ODS y no lo hacen.  Responsabilidad es la prioridad, lo de la contribución a los ODS es el resultado.

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